CAPÍTULO 3. PRIMER PELDAÑO: LOS PREJUICIOS INOCENTES.[]
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INTRODUCCIÓN[]
Excepto en algunos casos, la educación suele transmitir estereotipos. Dentro de ésto se pueden encuadrar los prejuicios inocentes y los populares:
- Los prejuicios inocentes son aquellos cuya responsabilidad o irresponsabilidad depende de aquellas personas que son objeto de una educación convencional.
- Los prejuicios populares se presesntan en forma de dicotomía y son los siguientes: lenguas "fáciles" y "difíciles", lenguas "suaves" y "ásperas" y lenguas con "muchos hablantes" y con "pocos hablantes".
LENGUAS "FÁCILES" Y LENGUAS "DÍFICILES".[]
No existen lenguas fáciles ni difíciles, sino que juega un papel fundamental la subjetividad, capacidad y cultura de cada persona a la hora de interpretarla, es aquí donde surge el prejuicio de considerar que unas son más fáciles que otras. Por ejemplo: para un español le puede parecer más fácil el italino que el inglés, ya que el italiano y español comparten una misma estructura gramatical.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/20070926/pvasco-espana/lenguas-faciles-dificiles-todas-20070926.html
LENGUAS "SUAVES" Y LENGUAS "ÁSPERAS".[]
Dentro de esta clasificación hay que hacer referencia al término de etnocentrismo y, con él, al fonocentrismo. Esto quiere decir que se le da más importancia a la lengua que nos resulta más familiar y dejamos de lado a las más desconocidas.
A las lenguas "suaves" se le han atribuido connotaciones femeninas y a las "ásperas", viriles. Esto daría lugar al antropomorfismo, ya que las lenguas carecen de sexo.
LENGUAS "CON MUCHOS HABLANTES" Y "CON POCOS HABLANTES".
A la hora de realizar los recuentos lingüístos se dan porcentajes del número de hablantes mayor de lo que corresponde a la realidad, lo que provoca una ignoracia inducida que, a su vez, da lugar a un problema numérico.
No existe uniformidad al definir una lengua, puesto que hay problemas para diferenciar entre idioma y dialecto.
Según el autor Gregorio Salvador, es más válida una lengua hablada por mayor número de personas que una lengua minoritaria, siendo esto un prejuicio lingüístico.
En conclusión y debatiendo la idea del autor, la lengua es patrimonio de todos y no hay que hacer valoraciones sobre ella, ya sean positivas o negativas, respecto al número de hablantes, sino por su justa utilización y contextualización, no por sus hipotética posibilidades comunicativas.
Cada lengua es útil y válida en su contexto y las estadísticas no tienen nada que ver ni que decir.